miércoles, 16 de junio de 2010

Tormenta


Tormenta.

Adele alzó su mirada por sobre la ventana para ver cómo caía la lluvia sobre la ciudad. En la oscuridad del exterior, los hogares vecinos parecían sumidos en una desolada soledad. Tímidamente el humo brotaba de las chimeneas, movido por una brisa helada e interrumpido por las copiosas gotas de la lluvia que aquella tarde bañaba la tierra.

Estaba sola en su casa. Su padre trabajaba hasta tarde y su mamá se encontraba en casa de su hermana. Aquel aislamiento le gustaba. Solo escuchar su música favorita alrededor del calor emanado por la estufa. Hacer nada. Podría estar por horas así, sin ser interrumpida. Su mente vagaba por distintos escenarios, sin concretar ninguna idea. Un nivel de abstracción casi absoluta.

Súbitamente un ruido la sacó de su ensimismamiento. Se quitó los audífonos y puso atención a los sonidos de su alrededor. La lluvia seguía cayendo, ahogando cualquier ruido exterior. Lo que fuese que ella había escuchado, estaba dentro de la casa.

Sin saber porqué, su corazón comenzó a latir más rápido. Lo que había percibido parecía como pasos, pero no podía definir el lugar de la cada de dónde provenían. ¿Había alguien más en la casa?

Era imposible. Su padre salía muy tarde y su madre no podía haber llegado, pues ella la habría visto entrar. Nadie podría haber entrado. Entonces ¿había imaginado aquel sonido?

De nuevo. Pasos. Esta vez sí supo de dónde venían. Su habitación en el segundo piso. Nuevamente su corazón se aceleró, pero ahora lo acompañó un escalofrío en su espalda. Estaba aterrada. Racionalmente podía pensar en llamar a la policía, salir de su casa, pedir ayuda a sus vecinos. Sin embargo, ajena a todo pensamiento objetivo, subió las escaleras y abrió la puerta de su pieza.

Fueron dos segundos eternos. Miles de pensamientos pasaron por su mente en aquel momento. Fuese lo que fuese lo que se encontrara del otro lado de la puerta, la atraía. Un llamado tácito, la requería. No obstante, el miedo la paralizaba. Un pavor que la recorría desde la cabeza hasta los pies. Aquello no era normal. Nunca antes de había sentido así.

Cuando el umbral estuvo abierto, pudo ver el responsable de sus temores. Era de altura media, delgado, cabello claro y tez blanca. Iba vestido totalmente de negro. En su mano derecha portaba un sobre que estaba depositando sobre su cama. Al entrar Adele, le dirigió la mirada. Ojos azules, profundos, enigmáticos. El escalofrío la volvió a atormentar. Se sintió traspasada por esos ojos, desnudada, como si pudiese ver sus pensamientos, su interior, su propia alma. Ella quedó allí, petrificada, sin poder hacer el menor movimiento. Paralizada por aquel extraño hombre que invadía su hogar.

Lejos de asustarse por su presencia o intentar hacerle daño, el hombre solo dejó el sobre en su cama y tranquilamente hizo una reverencia ante ella. ¿Se estaba burlando? Con movimientos seguros, se acercó a la ventana y con una agilidad casi sobrehumana se lanzo hacia afuera, en un salto imposible de realizar para los seres normales. ¿Quién o qué era ese hombre?

Adele sintió como si las cadenas que la ataban se soltasen. El miedo desapareció así como su inmovilidad. Corrió hacia la ventana para poder ver al hombre, pero éste había desaparecido. La lluvia comenzó a caer más fuerte aún, como un diluvio. Ya no podía divisar las otras casas, solo aquella muralla de agua que la dividía del mundo exterior.

Su mente comenzó a trabajar de nuevo. Lo que allí había pasado no tenía explicación aparente. Todo parecía sacado del peor cuento de terror o misterio. Pero esas cosas no ocurrían en el mundo real. Si aquel hombre quería algo de ella, averiguaría cual era el motivo y descubriría lo sucedido aquella tarde. No iba a quedarse tranquila hasta entender qué fue aquella extraña escena.

Su mano tomó el sobre y súbitamente las sensaciones volvieron a adueñarse de su raciocinio. ¿Lo abriría? Más allá de tener miedo acerca de las historias de cartas que estallaban, su terror era sobre el contenido del papel. Lo que allí encontrara, explicaría de alguna forma el porqué de la presencia del extraño en su habitación.

Cuando sus dedos controlados por una fuerza invisible se disponían a abrir el sobre una luz iluminó toda su habitación fugazmente. Luego un horrible ruido se apoderó del cielo. Truenos. La tormenta había comenzado.






1 comentario:

  1. La gran pregunta... esto es sobrenatural o psicológico?? jajajaja

    Pero qué pasó al final??? no puedes dejarlo así!!! aunque en realidad sí puedes... la profe Burotto nos hablaba del Dato oculto, la capacidad o derecho que tiene un escritor de dejar temas inconclusos, de no revelar secretos, de decirle al lector: "quedaste metido??? lo sientooo" jajaja :)

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