martes, 25 de mayo de 2010

La Habitación del Conejo

El sabor del último sorbo de té acompañado del calor emanado de la estufa le hizo rememorar su casa de campo. Aquellas tardes en compañía de su familia observando la lluvia caer eran una perfecta imagen para adosar los elementos de su creación. Tal vez una historia sobre la lluvia, un hombre que duerme bajo la lluvia.

Afuera el clima parecía acompañar sus divagaciones. El cielo se mostraba oscuro, próximo a derramar sus lágrimas. La calle estaba vacía, quizás todos se resguardaban en sus hogares, acogidos por el calor que sólo allí encontrarían. Unos pocos deambulaban por las desoladas aceras. Algunos reían, otros denotaban preocupación en sus caras. Una madre portaba a su hijo en brazos con un semblante de angustia acompañado de un andar trepidante. ¿Quién podría saber lo que hacían, hacia donde dirigían su rumbo?

El café de igual forma estaba prácticamente vacío. En una mesa contigua a él se encontraban dos ancianos conversando. Tres mesas más al norte una mujer se llevaba la taza a los labios y frente a ella un hombre leía el diario. Aquellos eran todos los pobladores de aquel viejo café ubicado en la avenida principal. Todos perecían sumidos en algún afán, movidos por invisibles motivaciones ajenas a su conocimiento. Al verlos allí, conversar, reír, meditar, por primera vez se preguntó qué sería lo que atravesaba por sus mentes.

Eran las 5. Sus amigos se estaban retrasando. El tazón de té vacío reposando en la mesa era testigo de su larga espera. No podía negar que estaba disfrutando de aquella soledad. Aquel cielo oscuro, los recuerdos pasados, el sabor agridulce en su lengua, las almas anónimas que lo acompañaban en el silencio estaban creando una imagen mental diferente a todo lo que había experimentado hasta aquel momento.

Escribir. Una pasión que había querido cultivar desde sus primeros años. Nunca fue un hombre observador, el relacionarse con personas no era su talento y su mente siempre fue su guarida. Debía confesar que no conocía este mundo. No comprendía a los demás, todo lo referente a ellos constituía el canon de sus misterios. Por esto había decidido crear su propio mundo, ser su propio dios. Era un escritor de fantasía. En su universo no importaba el comportamiento de los otros, él lo comprendía todo pues era el amo y señor todopoderoso de cuanto su mente osara crear. Para eso eran las letras, para crear un mundo diferente, un mundo mejor para sus sentidos.

Al menos eso era lo que creía.

Cuanto más palpaba la imagen mental que se gestaba en sus pensamientos, más interrogantes surgían a su credo. ¿Era acaso su mundo ficticio mejor que éste? ¿Realmente suplía a lo verdadero, a lo que realmente existía? Bajo aquel estado de catarsis estaba viendo todo con otros ojos, las pocas personas que aquella tarde había divisado lo hacían reflexionar sobre su visión de este mundo. Todos parecían tener una historia, un pasado y un futuro. Cada ser existente se presentaba como portador de alegrías y padecimientos, pero lo más importante, cada hombre hacia frente a la realidad. A diferencia de él que se refugiaba en lo imaginario, que en vez de intentar conocer el acontecer de esta existencia, las demás personas se sentían capaces de poder afrontar el mundo. La historia estaba hecha por aquellos hombres, no por él.

¿Qué hacía inventado mundos cuando existía uno real? Para qué quería encontrar belleza en algo inexistente si tenía la posibilidad de indagar el vasto orbe. Le era posibilitado escudriñar es aquella psiquis que por mucho tiempo le fuera esquiva, podría conocer personalmente todo lo que pensara incomprensible para él. Existía belleza en este mundo, cada ser poseía un mundo propio que conformaba el entramado de la realidad. Ahora él quería conocer estos mundos, ser parte de ellos. En su viaje introspectivo iría en pos de aquella alma humana perdida en su interior, sería un encuentro con aquello que por tanto tiempo quiso dejar de lado.

El reloj daba las 6:00. Se levantó de su silla mientras se ceñía el abrigo. Afuera pronto llovería, pero dentro de sí, brillaba el sol.


By Santiago Fernández

4 comentarios:

  1. Santiago, al leer tu cuento se puede denotar facilmente a la corriente a la cual perteneces: la generación del 2010, los elitos.
    Tienes muy marcado el estilo supergenialista, con un afán intrinsecamente nacionalista, seguramente modificaras el canon chileno.
    Aunque seguramente tengas algun trauma psicologico, creo que dormias para un lado y despertabas para el otro.
    Sin nada mas que comentar, se despide:
    Mey.

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  2. jajaja la Mey me tiene loca con sus comentarios supergenialistas xD
    Me gustó mucho Santi... creo que todo escritor escribe porque tiene algo que decir, acerca de este mundo o de otro, pero él escribe porque ha visto algo que los demás no ven
    besitos ^^

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  3. Querido amigo, quiero decirte que este cuento denota algo de tu caracter y me dice que eres un hombre "embarazado" de miles de ideas que el tiempo trerá a la luz, yo seré una espectadora de ese alumbramiento, de ello no me queda duda.

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  4. Toda palabra emanada de los seres humanos es con intencionalidad, aunque no se pretenda siempre deseamos comunicar algo. Me gustó el cuento, parece que iba en serio lo de supergenialistas, jaja hay mucho talento por aca!

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